Actualizado el miércoles, 4 enero, 2023
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“A algunas personas se las recuerda por lo que hicieron, a otras por lo que fueron, y a otras tantas por lo que fueron e hicieron”
La historia del Sáhara Occidental y del pueblo saharaui, su cultura, tradiciones, etc., se han ido transmitiendo de forma oral de generación en generación. Son muchos los saharauis que han dedicado sus esfuerzos a este empeño.
Es el caso del sabio invidente Sidati Selami, que fallecía a principios del mes de mayo en un hospital de Agadir.
Según narra el doctor Larosi Haidar, profesor de la Universidad de Granada, en un relato biógrafico (Historia oral saharaui. Relato de un invidente), recogido de una grabación magnetofónica realizada por el propio Sidati Selami, éste, nació entre 1939 y 1940 en Río Blanco, en los alrededores de Bir Enzarán que está situado en el sur del Sáhara Occidental. Nació al aire libre, en pleno desierto, después del rezo del anochecer, ya que su madre, Atfarrah, al sentir las primeras contracciones salió de su jaima que estaba llena de mujeres saharauis.
Era nieto por vía materna de Chej el Uali, uno de los hijos de Chej Maalainin, fundador de Smara, un doctor erudito, del que se sabe, que poseyó una importante biblioteca en pleno desierto y que es el autor de numerosos textos.
Cuando contaba con tres años de vida Sidati Selami se quedó ciego, según las supersticiones que están muy difundidas en la sociedad saharaui por un “mal de ojo”. Aún así su abuelo, Chej el-Uali, le dijo a su hija y madre de Sidati: “Te aseguro que no les envidiará nada a sus semejantes”. Su abuelo estaba en lo cierto.
A los cinco años, a pesar de su ceguera empezó a recibir clases del Corán, paso por varias maestras y maestros que pudieron comprobar cómo Sidati memorizaba rápidamente. Para ello primero escribían una línea que después leían para Sidati en voz alta, él la repetía, y así unas tras otras…
Pero en su ansia de saber, no se conformaba con ser un estudioso del Corán. Fue a través de unos tíos maternos que habían estudiado en colegios árabes que una tarde en su jaima estos familiares leyeron libros de gramática; mientras uno dictaba y el otro escribía, Sidati, recitaba todo lo que estaba escuchando. Después de eso le pidió a su maestro que le enseñara “libros grandes y auténticos” para aprender de verdad.
Aprendió gramática y literatura árabes, y teología musulmana, además de literatura.
Fue también un excelente comerciante, su familia tenía una tienda en Smara de la que se hizo cargo, tal fue la evolución, que aumento el negocio y empezó a vender en un almacén.
A finales de 1962 al mismo tiempo que atendía su negocio, empezó a trabajar en Radio Sáhara, una emisora de radio de El Aaiún, que ya entonces era una herramienta para las aspiraciones de independencia del pueblo saharaui.
Cuando dejó su negocio, Sidati comenzó a viajar por todo el territorio saharaui, recopilando información de eruditos, escritores, etc., a través de cintas magnetofónicas. Cuando regresaba de estos viajes continuaba con su trabajo en la radio, grababa programas y volvía a sus viajes para seguir su búsqueda de leyendas, tradiciones, músicas, canciones y retazos de la cultura bidán, de la que era un gran experto; después, montaba todo el material y lo emitía en la radio, lo que hizo de Sidati una persona conocida y un referente indispensable del patrimonio cultural saharaui.
A pesar de su invidencia nos cuenta el profesor Haidar que al igual que muchos jóvenes saharauis formó parte de las fuerzas de resistencia y participó con el Ejército de Liberación en la guerra de 1958 (guerra de Ifni). Debido a su repulsa manifiesta a la invasión ilegal por parte de Marruecos al Sáhara Occidental, fue encarcelado por las autoridades marroquíes en 1987 y puesto en libertad en 1991, cuatro años más tarde.
Pablo Ignacio de Dalmases, trabajó como periodista en la radio de El Aaiún donde conoció a Sidati Selami. Le describe como un hombre de apariencia tímida y mirada dulce a pesar de su ceguera…, intrépido, que incluso había aprendido a desmontar y reparar el magnetófono que le acompañaba siempre. Hacia también de guía por el desierto, daba igual en coche o en camello. Dalmases dialogaba con él a través de un intermediario ya que Sidati no hablaba español.
Nunca aceptó ser diferente, de niño pensaba que todo el mundo era como él, cuando comenzó a darse cuenta de que no era así, se empeñó en ser como los demás, no solo lo consiguió sino que en realidad fue muy superior a la gran mayoría.
No son pocos los hombres y mujeres saharauis que al igual que Sidati han dedicado su vida a no dejar en el olvido la cultura saharaui, que gracias a ellos y ellas, sigue estando tanto en la memoria individual como colectiva del pueblo saharaui. Por muchos que hayan sido y que vayan a seguir siendo, todos han sido y son necesarios. En definitiva es la identidad de un pueblo.
En homenaje a Sidati Selami, nadie muere del todo cuando alguien te recuerda. Que la tierra te sea leve…
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